jueves, 15 de diciembre de 2011

Guerra de apellidos

Pavimento de grandes piedras que mis pies cruzan con torpeza bajo la lluvia. Me preguntan con gracia si esquivo las líneas de separación, a lo que respondo que sólo trato de no pisar los charcos. Calles estrechas de luces amarillas, piedra y bares. Cientos de pequeños bares y tabernas con siglos encima. Gente por doquier, entre sonriente y pesarosa, ocupa la calle con sus voces eclécticas. Todo en un trozo de ciudad vieja y viva del primer piso de las casas para abajo, siempre con su tonalidad anaranjada y brillante.
Entramos en un bar en cuya barra nos esperaba nuestro sitio, como si estuviese reservado desde su apertura en el umbral del pasado. Tomamos posición y pedimos dos copas.
-Veo que venís sin el tercero.
-Déjalo descansar, que ayer ya tuvo bastante- y nos reímos.
-Está viejo ya- dice mi tío.
-Pero aquí estamos nosotros dando el callo.
-Como tiene que ser- dice el camarero mientras se marcha a atender a más gente.
-Hoy voy a marchar pronto, pero parece que ya llegaron los estudiantes y te espera una noche interesante.
-Sí, hay más movimiento que estos días. Huele a hervidero.
-Mira que bombón. Los jóvenes de hoy estáis rodeados de mujeres apetecibles- reímos. -Desde luego, y no hay tanta religión como en tus tiempos.
-Eso es un gran avance.
De pronto una joven que se encontraba a mi lado me pidió que le sacara una foto con sus amigos. Accedí, y mientras miraba la pantalla de la cámara tuve una sensación de calidez extraña. Como de conocer a alguien sin realmente verlo. Al momento pude escuchar una voz diciendo "¡Elías!". En el mismo plano de la foto reconocí a quien me llamó.
-¡Hola, Rebeca! Sí que hace tiempo que no te veo- dije mientras le daba dos besos.
-¡Ya! ¿Qué tal? -Bueno, vivo, ya ves... ¿Tu estás aquí en Santiago, entonces?
-Sí, en medicina. -Bueno, parece que solo conozco a gente de medicina y enfermería- reímos.
-¿Tu también estás aquí?
-No, yo en Ferrol... en el infierno, perdón... Inferniño. Estudio.
-Pues bien, no? -Como dije antes... vivo.
-Pues nosotros nos vamos ahora para otro bar, dicen por aquí.
-Bueno, yo me quedo aquí algo más con mi tío... ya nos veremos más tarde- esto último con una cómica cara que no me importó como fuese pero supongo que parecería decir "me tarda verte desnuda". A lo que respondió con dos besos y una sonrisa.
Volví junto a mi tío.
-Vaya amigas te gastas. Eso sí, la cara es mejorable.
-Todo en este mundo es mejorable, Nené.
-Mi forma de follar no- reímos a carcajadas.
-Modestias a parte, no?
-Yo tengo mis técnicas aplicadas a la espalda que las hace gritar- él sacando a la luz sus armas de seducción.
De pronto pensé en ese momento de luz tenue. Estando encima obviamente es más difícil deslizar las manos por la espalda, pero queda ligeramente accesible la zona lumbar. Empiezo acariciando suavemente desde el sobaco hacia atrás y bajando hacia la cintura. Siempre con la mano cómoda para abrirse y cerrarse ligeramente creando una sensación de onda de mar. La paseo por el vientre, el cuello, los pechos. Abro siempre el sostén con la mano izquierda mientras juego con la derecha. No permito ningún lapsus de movimiento. Una vez en acción la cosa cambia.
-Tengo una técnica perfecta para la espalda- dice él mientras echa un trago- todo con los dedos.
-Entre la yema y la uña.
-Eres más Recio que tu padre, cabrón.
-Y tan Prieto como mi madre.
Horas más tarde deambulo yo solo por las calles más modernas de la ciudad buscando gente conocida. Los alrededores de la Plaza Roja interrumpidos por la humareda de un pitillo. Me siento un crack localizando gente cuando estoy solo. Voy a los sitios con puntería sin tener ni idea de donde están. Algunos dicen que el ser humano es capaz de sentir a otros seres vivos a cincuenta kilómetros. Yo a veces no sé cuándo me siguen, asique no debo de tener ese sentido tan desarrollado. Lo poco que consigo lo saco de la intuición.
Me paro a la puerta de un pub. El ambiente es realmente pijo. Supongo que mis barbas causarían algún tipo de aversión en los porteros si me dispusiese a entrar. Me quedo fuera esperando a la nada.
-¿Tienes un cigarro?- pregunta una chica que acababa de salir en ese momento.
-Claro- le di uno.
-¿Menuda noche, no?
-Sí, mucha gente. ¿Qué tal está este sitio? Esque no conozco mucho esto.
-Bien, buena música, gente guapa... deberías estar dentro.
-¿Tu crees? No sé, ese tipo me mira raro- dije señalando a un portero -y eso que sé que señalar es de mala educación- se rió.
-Vente conmigo y verás como entras.
-La verdad no estaba intentando entrar, pero si insistes...
-¿Vienes solo? La miré un poco y descarté la idea de entrar en su juego. No por que no me pareciese guapa. No por cansancio. Por ninguna razón en especial. No me apetecía hacer nada. Por primera vez en mucho tiempo no me apetecía hacer absolutamente nada. Y ese hecho de no hacer nada me parecía divertido. Me sentí la persona más vaga del mundo por un día y disfruté de ello. Perversos placeres de los locos, dirán.
-Más o menos.
-¿Y eso? ¿Buscas a alguien? Ahí me acorraló. Si decía que no, entonces tendría que romper mi tranquila estancia a la puerta del local y entrar con ella. Si le decía lo contrario debía hacer lo mismo pero largándome. No sabía qué hacer durante unas casi angustiosas fracciones de segundo, pero enseguida tuve una brillante idea:
-Busco a una amiga- vaya mierda de respuesta para tanta comedura de olla.
-A lo mejor te puedo ayudar. ¿Cómo se llama?
-Rebeca.
-Creo que no la conozco.
-No importa, seguiré buscando. Gracias.
Se me hizo divertido. Ahora podía divertirme con cosas de lo más estúpidas. Pues así seguí vagando solo, rechazando compañías y tomando copas. Todo mientras caminaba con paso de duende por las calles de una ciudad encantada. A toda pregunta por mi vida yo respondía que buscaba a Rebeca. ¿Qué pensarían mis padres de mí? ¿Que soy Recio o soy Prieto?

viernes, 30 de septiembre de 2011

Otro septiembre agotado.



Media pizza de las cutres y baratas, de esas industriales que se compran por un euro y cincuenta céntimos yace en mi mesa. No tengo intención ni ganas de comer más. Asco me da mirarla, lo mismo que asco me da todo. No estoy de humor para elegir mis preferencias. También dispongo de una vela. Fúnebre hasta decir basta. Diría que su diseño se adecúa más a un cementerio de lo que lo hace una de las que ya abundan por esos lares.
Pedía una vida alegre, sin preocupaciones personales en exceso. Había conseguido elegir siempre bien todo. De todo lo que en mi vida he hecho no me arrepiento de nada. De nada, excepto de una cosa. Años llevo pensando lo mismo, pero intentando engañarme. Para intentar verme mejor, no sentir, no mirar, no escuchar, seguiré engañándome. Seguiré pensando que con mi carrera he elegido bien. Seguiré pensando que si muero ya habré acabado mi carrera universitaria. Seguiré pensando que Ferrol es mi hogar.
Hace tantos años que nada se parece a lo que pedía que no puedo echar la culpa a este sitio. Debería darle las gracias por darme una oportunidad. Por alejarme del todo y de la nada. Pero no puedo. Representa mi etapa de transición entre el todo y el mundo. Representa las limitaciones que nunca tuve. Un día compré un coche y pensé que todo estaría solucionado. Que podría escapar cuando quisiese. Pero no es así, ni nunca lo será. Antes de venir aquí yo era feliz buscando un lugar lejano. Ahora ni siquiera sé lo que busco. Solo sé que lo que busco no es un lugar.
Y de tanto quemar velas se me cansan las yemas de los dedos al accionar los mecheros. Día tras día. Noche tras noche. La imaginación se me acaba y ya no sé qué querer. Asqueado de ir siempre demasiado rápido, de que todo el mundo vaya tan despacio. No puedo ir más despacio cuando sé que si lo hago me quedaré solo. Solo frente a un enano de piedra que sostiene una pesada pila bautismal.
Debería llevar otro ritmo de vida, pero eso es precisamente de lo que me priva esta ciudad. Su falta de vida, imaginación, fuerza... no hay nada aquí a lo que me pueda adaptar ni a lo que me pueda agarrar. Es un mundo cerrado en un futuro pesimista.
Y aunque me sienta dolido y marchito. Aunque no vea un ápice de fuerza en mi interior, seguiré adelante. Conseguiré exactamente lo que busco a corto plazo. Si me defrauda ya tendré ocasión de odiar, destruír, morir. Pero no ahora. Ahora haré que todo lo que crea que me está ganando la partida se estremezca hasta sus entrañas. Haré de mí un ser digno de Nieztche. O eso intentaré, que tampoco se crean que hay aquí para frenar una Lambretta a escupitajos.
Iré a donde quiera cuando yo quiera, y nada ni nadie me importarán lo suficiente. Total, nunca encontraré lo que busco en realidad, asique... ¿qué más dá? seré el mismo que era antes de conocer a quien casi cambia mi vida por algo mejor. Y seré el mismo que después de conocerla. No me importa, pues simplemente es ver truncado un cambio de vida, no un cambio en sí. Todo sigue igual.
Cuando empecé la universidad creía que tenía ventajas sobre los demás debido a mi experiencia vital. Debido a haber vivido y visto demasiadas cosas. Ahora realmente me doy cuenta de que hay cosas que sería mejor desconocer. Que conociéndolas estoy en desventaja. Y todo esto entrando a los 18... ¿Qué sería de mí si entrase ahora? Ni puñetera idea. Ni me importa. No soy de los que se plantean el pasado. No merece la pena.
Una vez dije que un piano sonaría algún día. Ese día no ha llegado, pero he dejado la tapa abierta. Y creo que solo hay una persona a la que deje sentarse ante él. No le será fácil, como tampoco lo ha sido para mí. Deberá tocar mi metamorfosis preferida.

martes, 24 de mayo de 2011

En blanco y negro


Crees que mi sonrisa es puro compromiso. Que sigo pendiente de algo que quiero para mí. Aún miro tus fotos y veo la felicidad que busqué durante años y tuve por poco tiempo. Tras esos ojos cargados de sueño y vivaraces al mismo tiempo sigo recordando noches sin fin perdidas tras el humo de un cigarro. Despertares noctámbulos entre cosquillas de pieles suaves y cabellos enredados entre sábanas blancas.
Risas de eterna felicidad a discreto volumen y oídos en las paredes. Oídos en todas las paredes. Nadie se perdía lo nuestro. Cotilleos, celos, violencia, drogas y ruina nos amenazaban y temían al mismo tiempo. Como un cazador vulnerable acecha a una fuerte presa. Y no nos importaba. Nos traía sin cuidado toda amenaza.
Quiero decirte todo lo que te quise y lo que aún te quiero. Pensándolo mejor no diré nada que pueda hacerte perder el tiempo conmigo. Todo lo que tienes que saber lo sabes, pero es hora de pasar página. Lo que me hace sentir optimista es suponer que ahora tienes lo que quieres y eres feliz. Suena a ridícula escusa para convencerme a mi mismo, pero no lo es. Hoy he visto una foto más y me he reído. No esperaba esa reacción en mí, pero así sucedió. Y me alegro. ¡Me alegro! Increíble. Tantas ocasiones que he tenido para alegrarme y tiene que suceder ahora. Simple efecto retardado.
Te quiero, así que haré lo mejor para todos. No voy a ser el que te estorbe. Ahora las noches serán más cortas y todas tus fotos estarán en blanco y negro.