lunes, 6 de diciembre de 2010

El trozo de carne


A veces cuesta saber si algo que has visto es real o simplemente imaginación. Con ferecuencia estos episodios ocurren cuando uno se encuentra cansado y su mente no puede analizar correctamente lo ocurrido. A veces, incluso, estas situaciones parecen relacionarse unas con otras sin tener aparentemente mucho que ver. No es posible relacionar los hechos de forma física, pero la mente lo hace por analogía de sentimientos. Es algo común y preocupante.
Acababa de coger el coche. Todavía estaba pensando en acordes y punteos de blues. Pensaba en cómo enlazar escalas, en lo que el dedo que me había cogido con una puerta el día anterior me impedía practicar debidamente. También en el uso de un tubo metálico que Lucas acababa de darme a modo de "slide", cuyo aprendizaje todavía tengo pendiente. Pensaba en un ritmo de batería. En un sonido agradable. No había puesto música. Todo sonaba en mi cabeza.
De pronto, un sueño, quizás un recuerdo lo interrumió todo. Veía el interior de mi coche en un paisaje otoñal. También veía dos ojos castaños llenos de picardía. Largas cabelleras. Pero la belleza desaparecía por un momento en todo el entorno. Mientras el paisaje se tornaba invernal, la mirada se fundía en miedo e ira. El pelo se rizaba hasta enredarse por sí solo. Incluso los finos labios rosados se tornaban azul oscuro. Casi negro. Sus brazos adelgazaban con su expresión y en ellos podían adivinarse los huesos y capilares que antes no parecían existir. Parecían en tensión. Su mirada ya no se perdía en la mía, sino en el vacío. Algún vacío existente justo ante mí. O quizá yo fuese ese vacío. Quizá yo no estaba ahí hasta que aparecí sin más aterrorizando a la misma naturaleza. Sentía que ese no era mi sitio. Y ella tampoco debería estar ahí, o eso parecía leerse en sus ojos. Se revolvió de forma aterrorizante y salió del coche sin cerrar la puerta. Se fué caminando sin mirar atrás mientras intentaba decirle algo. Pero sin poder soltar palabra. Y al mirar al otro lado encontré mi puerta abierta. ¿Qué significaba aquello? Yo no la había abierto. Incluso recordaba una situación parecida a todo aquello, pero nunca con el cambio de paisaje ni del aspecto que ella tenía. Nada tenía sentido. Quizá en una visión así se viese más profundamente los sentimientos que en la realidad, pero seguía sin tener sentido. ¿Y la puerta? ¿Realmente era yo mismo en ese lugar? ¿En qué espacio temporal y físico me encontraba? Conozco bien mi coche, y el primer sitio que se me ocurrió mirar para comprobarlo fué el cuentakilómetros. Doscientos cincuenta y dos mil setecientos cincuenta y tres. No. Eso no era ya un sueño. Todo estaba demasiado oscuro, como cuando cogí el coche. Levanté la vista y ví frenar Seat León rojo que iba delante. Y por debajo de él, a gran velocidad algo apareció en medio del asfalto pasando con la misma rapidez por los bajos del mío. Justo por el centro. Pude sentir el suave roce con las defensas y las piezas metálicas. Demasiado suave. Como un trozo de carne al posarse sobre un plato. El conductor de delante parecía aterrorizado. No sobrepasó los sesenta kilómetros por hora en el resto del trayecto. Algo estaba claro. Él lo había visto, pero no estaba seguro de qué era exactamente. Lo mismo que yo. Lo único que vi fué un montón de vísceras y huesos. Sin piel. Sin forma. Nada que identificase el tipo de animal que pudo haber sido. Algo sí quedó claro: era muy grande para ser un perro e incluso un corzo.
La intriga hizo que mirase los periódicos, pero nada raro apareció. Dos días después volví a pasar por el mismo lugar a una hora con más luz. No había ni rastro de nada. Ni sangre, ni tan siquiera una zona más húmeda. Y aún así, noté como si algo se removiese en el asiento del copiloto visto de reojo. Hasta parecía una cabellera oscura escondiéndose en algún rincón.
Pese al sentimiento de inquietud que esto me causó, terminé por reír pensando en las cosas que la mente puede llegar a inventarse. Pero... ¿Y el otro coche? ¿Había visto lo mismo? Mi risa se atragantó al mirar por el retrovisor: un Seat León rojo me seguía.

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