sábado, 28 de agosto de 2010
Naseiro
Se caldea un poco el ambiente con otro trago de ron. Ron servido en una botella de sidra. Sidra que bebe la gente que nos rodea. Gente que baila con nosotros ante el palco de una gran orquesta, guste o no de su música. Música que golpea con fuerza a la multitud haciéndola moverse con ritmo y fuerza. Fuerza que saco de mis adentros para matar el cansancio de las horas de sueño que me he perdido. Horas de noche que he ganado para reír como un poseso ante las absurdas situaciones que he vivido. Situaciones en las que uno busca las palabras más originales para hacer que el momento sea más especial, quedando así en la mente de todos. Momentos en los que recuerdas que estás en Naseiro.
Ese mismo lugar en el que no sabes a que hora te levantas, ni quien está a tu lado al hacerlo. En el que necesitas mirar una quincena de veces el reloj para saber que hora es y aún así no estás seguro y preguntas a otro. En el que al ladrón no le llamas "hijo de puta", simplemente lo saludas y lo invitas a un trago de tu bebida, sin darte cuenta de que la botella de la que te has servido está en la bolsa que lleva en su mano. En el que nunca sabes quien es el causante de los destrozos, llegando incluso a pensar que pudiste haber sido tú mismo. En el que nunca a tantos arquitectos sin título se les ha permitido construír algo incluso estando bajo los efectos del alcohol. En el que el que aguanta cuatro días es fuerte, el que aguanta cinco es un crack, y el que aguanta seis es un dios. En el que el sol y la lluvia son indiferentes para todos.
Y caminando entre la gente da igual lo que hagas o las pintas que lleves, siempre serás parte de un todo, una inmensa atracción de feria. Cada cabaña cuenta como una vivienda multitudinaria, y nunca sabes lo que puedes encontrarte dentro.
Y si bebes otro trago a nadie le importa. Y si gritas como un salvaje haces feliz a más gente. Y si la noche no es suficiente queda mucho día por delante y la sesión vermouth para recibirte. Y si te metes en el río siempre hay un público para aplaudirte. Y si me acerco y te beso el cuello no es para que te rías y te apartes tímidamente con una sonrisa. Y si lo vuelvo a hacer esta vez más frontalmente lo siguiente será dejar todo lo demás a un lado, tocar la piel y humedecer los labios. Es dar el paseo de vuelta y quedarse solos para hacer nuestra propia bebida, nuestro propio ruido, nuestra propia música, nuestro propio ritmo, nuestro propio sueño, nuestro propio tiempo, nuestro propio Naseiro.
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