jueves, 30 de septiembre de 2010

Para ti


¡Sorpresa! Estás leyendo algo que va dirigido a ti. ¿No te sientes especial? Podías estar haciendo muchas otras cosas, pero no. Estás aqui gastando tu tiempo en esto y no sabes ni por qué lo haces. No es un trastorno ni algo involuntario. Lo lees porque quieres, por curiosidad. Lo lees como cualquier cosa que se cruce en tu camino y te llame la atención. Ahora mismo piensas en qué coño se me pasó por la cabeza para escribirte esto. Incluso dudas que vaya dirigido a ti. Sigues avanzando por curiosidad, esperando que diga tu nombre o el de otra persona, pero ese momento no va a llegar. Simplemente lo sentirás como propio.
Puedo tratar de desconcertar, de hacer que te preguntes muchas cosas. Puedes llamarme loco, "colgao" y todo lo que quieras, no me importa. Siempre acabaré justificando cada una de mis palabras haciendo que todo tenga sentido. Incluso puedo hacerte comprender que algo que diga no lo tiene y así pasarías a entenderlo todo. Puede que te diviertas con la conversación o puede que te ponga de los nervios. Si es así dímelo y seré más prudente. Mi intención es tener una conversación agradable. Podría poner como temática los tres típicos temas del círculo de amigos, que vienen siendo mierda, sexo y churrasco, pero no es estrictamente necesario. Podemos hablar de lo que quieras.
Puedes pasar a atacar tu con inverosimilitudes absurdas, que lo comprenderé. Pediré una explicación y si no me la das simplemente pensaré que querías vengarte de alguna de mis estupideces. No importa. Lo asimilaré. Puedes pasarte el rato intentando sacarme de quicio. Será difícil, pero puede que lo consigas. Soy humano. El problema de esta actitud sería acostumbrarte y tomarla con los demás. No todos somos iguales, asique no dejes que mi personalidad te cambie. Hazlo a tu manera o no habrá ni dios que te soporte.

Principios de septiembre



Tras una larga conversación sigues sin oír ni una palabra. No es un monólogo. Aunque veas que no digo nada sabes lo que pienso porque te lo doy a entender. Sabes lo que me hiere y lo que me alegra. Mi cara permanece impasible, pero mi silencio son palabras acumuladas cual una conversación existencial. Puedo estar mirando la pared, o la pantalla del televisor, pero sabes que te estoy escuchando.
Cada noche es la misma historia. Arreglamos el mundo o nos lamentamos de él. Tu con tus palabras. Yo con mis silencios. Mis locuciones son breves y sintéticas. Y mientras sigues con tus discursos me llenas la cabeza de historias, de problemas. Sé que no podría vivir sin esos problemas. Que si no me los contases sé que tendría que ir detrás de ti para pedirte que me hables de ellos. Sé que no están ahí para que los resuelvas tu sola. Al fin y al cabo son nuestros problemas.
Hoy me salté el protocolo por una estupidez... quizá fuese algo parecido a Chernóbil, una especie de desorden momentáneo con terribles consecuencias. No tenía la intención de mostrarlo, pero no tuve más remedio. La culpabilidad me caracteriza, y no podía cargar con más en ese momento. Como dije, necesitaba alejarme de ti por un momento, borrarte de mi mente. No por enfadarme contigo, sino porque con tu sola presencia hacías que todo lo que estuviese pensando siguiese ahí. Y no sirve cambiar de tema porque yo nunca puedo dejar de pensar en lo hablado aunque comience otra conversación con la misma persona. Encalar la pared no hace que esta deje de ser de piedra. Necesito otra pared, gente que no me diga nada de lo hablado. Gente a la que no le debo tanto.
Y cuando dije: "¿qué parte de "no quiero que estés conmigo ahora" no has entendido?" no pretendía herirte, ni decir algo cómico. Sólo quería quedarme solo para poder ordenarlo todo. Para poder desestimar mi culpabilidad y volver a hablar. Para recuperar los sentimientos y establecer una conversación normal.
Siento haberte hecho ver lo que tengo dentro, el orden de mi mundo. No es un problema, es como soy. No puedo evitar que todo lo que pase por delante de mis narices se grabe con relieve en mi conciencia.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Introspección


Veía los coches pasar tan cerca y rápido como podían del bordillo de la acera. No se les puede pedir nada, tienen prisa, no piedad. Cada uno que pasaba proyectaba sobre mí al menos un litro de agua que antes cubría el asfalto. Con este chaparrón se acabó el verano. Parecía más bonito que triste. El cielo se volvió oscuro. Todo parecía volver a la normalidad. Muchos transeúntes se vieron sorprendidos por la lluvia en ropa de verano. Se podria decir que era mi caso, pero no me importó. Mientras los demás corrían a refugiarse en los portales o bajo los balcones, yo seguí caminando. Tal vez más despacio que antes. Entonces perdí toda la prisa, el rumbo, el sentido.
Ya no sabía hacia donde me dirigía ni me importaba. Ya que no veía a nadie conocido decidí imaginármelo. Suena a estupidez, pero si lo hago bien es posible que termine por creérmelo. Me planteé hacerlo bien. Caminé. Busqué. Miré coches, miré peatones. Miré peatonas. Vale, no las conocía, pero mirar es gratis. Miré a un joven que se acercabe de frente. Vi en su cara la expresión del que acaba de tomar una decisión y se arma de valor para llevarla a cabo. Excelente... iba a divertirme un poco. Me puso la mano en el pecho y paré en seco con expresión de "yo a ti te conozco". Él titubeó un momento, pero dijo:
-¿No tendrás por ahí un eurillo para el taxi?- Me quedé un instante mirando para él y dije con una sonrisa:
-¿Me paras así para pedirme un euro? ¿Pretendes que te tome en serio? Creo que tienes un problema de autoestima. Que te lo miren.- Su cara pasó por múltiples muecas de desconcierto. Supongo que quiso vengarse de la ofensa, pero dudó. Entonces seguí:
-Yo a ti te he visto antes. Me suena tu cara.- En ese momento se dió la vuelta y siguió andando sin mirar atrás hasta estar a unos treinta metros.
Por dentro de mi vibraba una sonora carcajada. No conseguí exteriorizarla más que con una cara de infinita indiferencia, pero me divertí. Al individuo no le conocía, por supuesto. Y él a mí tampoco.
Hemos llegado al presente. Sigo caminando y empiezo a cantar en mi interior. La percusión son mis pasos. Bombo. Tom toms. Platillos. Y mi respiración fragua un ritmo trepidante fácil de reproducir con una guitarra mientras una voz que susurra bien alto estas mismas palabras. Miro al cielo prácticamente nocturno. El agua bate fuerte en mis ojos. Cada vez más agua. Sabe a vida. Sabe a libertad.
Empieza la música y se acaban las pruebas. La multitud canta muy alto. Se mueve con fuerza. La acompaño. La sigo. Encuentro a mi alrededor las sonrisas de agrado que buscaba y sacudo el pelo mojando aún más a los que me rodean. Me conformo con una sonrisa ajena, mientras utilizo la mía para calmar hasta al más antipático. Siento que acaricio una melena castaña mientras se sacude y se gira mostrando otra gran sonrisa. Y nada para de moverse bajo la lluvia. Todo cruzado por un canto unánime frente a un escenario cuyas luces ponen al público de protagonista.
Tras haberme preguntado si conocía la letra, agarré bien su cintura y cerca, menos cerca de lo que quería, pero cerca, empecé a recitar: "No vine aquí para hacer amigos pero sabes que siempre puedes contar conmigo..."
Y entre el grito y la algarabía al menos yo sé que sigo caminando por una acera en plena tarde lluviosa mientras se acaba este agradable recuerdo de una noche cualquiera que supuestamente nunca existió. Ya dije antes que si rebusco en la imaginación puedo llegar a creerme la situación. Y si puedo convencerme a mí mismo, supongo que a los demás también.
La vida y la libertad de la imaginación han vuelto a perderse en la rutina.
http://www.youtube.com/watch?v=s06ZesIakhk&ob=av2n

Más mierda para dulces oídos



Una vez más delante de este ordenador. Es posible que se aburra tanto de mi como yo de él. Prefiero no planteármelo. Esta vez me duele la cabeza y me encuentro cansado. Se han acabado los pañuelos y hay un repugnante trozo de papel higiénico encharcado de mocos en la mesa. Tengo los ojos rojos y me da asco hasta hablar. Sigo fumando, más por aburrimiento que por placer.
El día se antoja nublado, para variar, y el coche está en el taller. Maldita sea, me apetecería ir hasta Prioriño y sentarme en las rocas un rato. Bonito lugar, parece mentira que esté cerca de Ferrol. Un buen sitio para quedarse mirando el mar como un idiota. Hay trabajo pendiente, pero las ganas de hacerlo hace mucho tiempo que se perdieron. Miro a cada rato si sale el señor mayor del piso de enfrente a fumar por la ventana, pero hoy no hay esa suerte, asique a aburrirse. Ni siquiera me apetece poner música. Lo único que oigo es el ruido de coches pasar sobre los charcos. Hoy tampoco pienso cocinar nada, iré a comer fuera.
Suena el teléfono... malas noticias, la avería del coche se complica y será mucho más cara la reparación. Dí que sí, una buena patada a la mesa lo soluciona todo. No ha sido muy espectacular. Probaré con la botella de agua que hay en el suelo... mucho mejor, pero aun tengo que invocar a los venerados de tantas religiones como se me ocurran, en vano, por supuesto. No importa cuantas sean, el caso es agotar el repertorio. Es divertido, quizás sea la máxima del mal humor.
Creo que ha llegado el momento de beber una cerveza, pero por supuesto, tras abrir la nevera no encuentro nada parecido. Me conformaré con la botella de licor café del salón. Está rico, creo que tomaré más. Enciendo una vela de estética funeraria. Me cago en buda, que antes se me había olvidado y empieza la fiesta. Me obligo a poner música, the Black Keys, por ejemplo. El resultado es satisfactorio y cojo una lista y empiezo a apuntar las piezas que quiero mirar en desguace para mi coche. Vaya lista, esto si es ambición. Es posible que todo esto sea más caro que el arreglo al que ahora mismo se está sometiendo. Puto dinero. A veces creo que debería atracar un banco. Pero luego no necesitaría tanto dinero. No sé si merece la pena hacer eso por un fajo de billetes y decir "con esto me basta, no quiero robar más, gracias y que pase un buen día". No me veo. Soy más cruel y más compasivo. Estoy como una puta cabra, y eso es lo que cuenta.
Sonrío por devolverle la gracia a la vela y sigo cavilando. Ahora al menos no estoy fumando, me conformo con beber. Apunto a la tele apagada con mi dedo índice simulando una pistola y digo: "no será por mí que hables hoy, estúpida". (21 de abril de 2010)