miércoles, 22 de septiembre de 2010
Introspección
Veía los coches pasar tan cerca y rápido como podían del bordillo de la acera. No se les puede pedir nada, tienen prisa, no piedad. Cada uno que pasaba proyectaba sobre mí al menos un litro de agua que antes cubría el asfalto. Con este chaparrón se acabó el verano. Parecía más bonito que triste. El cielo se volvió oscuro. Todo parecía volver a la normalidad. Muchos transeúntes se vieron sorprendidos por la lluvia en ropa de verano. Se podria decir que era mi caso, pero no me importó. Mientras los demás corrían a refugiarse en los portales o bajo los balcones, yo seguí caminando. Tal vez más despacio que antes. Entonces perdí toda la prisa, el rumbo, el sentido.
Ya no sabía hacia donde me dirigía ni me importaba. Ya que no veía a nadie conocido decidí imaginármelo. Suena a estupidez, pero si lo hago bien es posible que termine por creérmelo. Me planteé hacerlo bien. Caminé. Busqué. Miré coches, miré peatones. Miré peatonas. Vale, no las conocía, pero mirar es gratis. Miré a un joven que se acercabe de frente. Vi en su cara la expresión del que acaba de tomar una decisión y se arma de valor para llevarla a cabo. Excelente... iba a divertirme un poco. Me puso la mano en el pecho y paré en seco con expresión de "yo a ti te conozco". Él titubeó un momento, pero dijo:
-¿No tendrás por ahí un eurillo para el taxi?- Me quedé un instante mirando para él y dije con una sonrisa:
-¿Me paras así para pedirme un euro? ¿Pretendes que te tome en serio? Creo que tienes un problema de autoestima. Que te lo miren.- Su cara pasó por múltiples muecas de desconcierto. Supongo que quiso vengarse de la ofensa, pero dudó. Entonces seguí:
-Yo a ti te he visto antes. Me suena tu cara.- En ese momento se dió la vuelta y siguió andando sin mirar atrás hasta estar a unos treinta metros.
Por dentro de mi vibraba una sonora carcajada. No conseguí exteriorizarla más que con una cara de infinita indiferencia, pero me divertí. Al individuo no le conocía, por supuesto. Y él a mí tampoco.
Hemos llegado al presente. Sigo caminando y empiezo a cantar en mi interior. La percusión son mis pasos. Bombo. Tom toms. Platillos. Y mi respiración fragua un ritmo trepidante fácil de reproducir con una guitarra mientras una voz que susurra bien alto estas mismas palabras. Miro al cielo prácticamente nocturno. El agua bate fuerte en mis ojos. Cada vez más agua. Sabe a vida. Sabe a libertad.
Empieza la música y se acaban las pruebas. La multitud canta muy alto. Se mueve con fuerza. La acompaño. La sigo. Encuentro a mi alrededor las sonrisas de agrado que buscaba y sacudo el pelo mojando aún más a los que me rodean. Me conformo con una sonrisa ajena, mientras utilizo la mía para calmar hasta al más antipático. Siento que acaricio una melena castaña mientras se sacude y se gira mostrando otra gran sonrisa. Y nada para de moverse bajo la lluvia. Todo cruzado por un canto unánime frente a un escenario cuyas luces ponen al público de protagonista.
Tras haberme preguntado si conocía la letra, agarré bien su cintura y cerca, menos cerca de lo que quería, pero cerca, empecé a recitar: "No vine aquí para hacer amigos pero sabes que siempre puedes contar conmigo..."
Y entre el grito y la algarabía al menos yo sé que sigo caminando por una acera en plena tarde lluviosa mientras se acaba este agradable recuerdo de una noche cualquiera que supuestamente nunca existió. Ya dije antes que si rebusco en la imaginación puedo llegar a creerme la situación. Y si puedo convencerme a mí mismo, supongo que a los demás también.
La vida y la libertad de la imaginación han vuelto a perderse en la rutina.
http://www.youtube.com/watch?v=s06ZesIakhk&ob=av2n
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