domingo, 31 de octubre de 2010
Madrid te odia. Segunda parte
Parecía un cementerio. No es tan lúgubre como los botellones con los muertos de Mondoñedo, pero aquel lugar no me daba buena espina. Era una calle ancha pero cerrada. Ni siquiera nos habiamos buscado sitio cuando se oye un grito: "¡agua!". Empecé a decir:
-Vámonos de aquí ya.- Y la gente me preguntaba que por qué nos teníamos que ir:
-Que nos vamos, que viene la policía y aquí esto está prohibido.
-Boh, que no viene, eso es alguno que se hace el listo para llamar la atención- Lo dijo uno que estaba de frente a mí mientras a sus espaldas en la lejanía aparecían dos furgones cerrando ese lado de la calle.
-¿Y qué coño crees que es aquello de allí?- Se giró.
Yo posé suavemente la bolsa con las botellas en el suelo con la mala suerte de que el adoquinado no las mantuvo rectas y cayeron produciendo un gran escándalo, a pesar de no romper. Y como no era suficiente eso, justo en ese momento aparecía un coche de la policía a apenas tres metros de mí que vió perfectamente mi maniobra. Me hice el sueco y caminé por la calle lateral, mientras cientos de jóvenes pasaban corriendo a mi lado.
-¡Eh! ¡Listillo! ¡Ven aquí!- Por dentro me cagaba en Madrid y su fundador en monociclo rosa. -¡No te rasques la oreja y ven aquí!- Me agarró y me llevó con brusquedad hasta al lado del coche. -Saque su documentación y todo lo que lleva en sus bolsillos- Y aparecieron cientos de artilugios que no sabía ni que tenía. Pero nada ilegal. -¿Esto es sólo tabaco?
-Si quiere hacerse un cigarrillo, puede. No va a encontrar nada raro.
-No está en posición de bromear.
-No bromeo. Madrid apesta. Aquí todo apesta. Todo es muy caro. Y ustedes se dedican a molestar a los que no pueden pagar nada de esto.
-¿Quiere decirme por qué no tenía prisa ahora cuando le cogí?
-No tengo la culpa de estar cojo, no todos tenemos dos pies disponibles. Si los tuviese le garantizo que no hubiese podido cogerme.- A partir de ese momento su cara de severidad se transformó en la de alguien que se ríe por primera vez en un día.
-Va usted bien cargado, lleva dos botellas.
-Esque soy muy duro y necesito todo eso, que sino no me llega a nada.- realmente era la bebida de todos, no solo para mí. Evidentemente.
-¿Es usted de Lugo?
-De Viveiro para ser exactos, y a mucha honra. Allí la policía no molesta a los cojos.- En ese momento se acerca una mujer policía, aparentemente de mayor grado que el hombre con el que estaba cautivo.
-Parece majo- dijo.
-¿Verdad que soy encantador? Si ya lo dice mi madre. Soy un sol.- No pudieron evitar reírse. Mientras tanto ella recogía las botellas que encontraba, pero dejó las mías donde estaban.
-Recoge todo lo que llevabas encima- dijo el policía -y coge rápido las botellas y lárgate. Que no te vean. Al final vas a tener suerte.
-Mil gracias y encantado de haberos conocido- y me fuí mientras metía las botellas en los bolsillos interiores de la chaqueta (al final santas Elena y Ana me la habían traído de su habitación). Mientras un grupo de chicas del colegio mayor me llamaban diciendo:
-¿Tu eres amigo de Ana y Elena, no?
-Sí rotundo. De hecho se me nota en el acento y todo.- Respondieron con frases con "carallo" y acento coruño.
-Estáis equivocadas, no soy de Coruña, aunque estudio en su culo. ¿Conocéis Ferrol?
Luego nos fuímos a beber a otra parte (no debería decir que enfrente al colegio, pero ya está dicho).
Allí mientras hablábamos de lo gafe que era yo y de que era mejor que todos se apartaran de mí, estando de pié con una bolsa y la última botella de ron dentro sin estrenar, sin motivo aparente la bolsa se rompió por su parte inferior y la pobre botella de Bardett's se estrelló contra el asfalto perdiendo todo su contenido. Nadie podía creérselo. Pensé en señalar al cielo y decir: me debes una botella de ron, y te voy a pegar mientras todos estos te patean el culo duramente.
Todos incrédulos, pero Lucía más. Preguntaba si era normal. Evidentemente no lo era. Me sentía afortunado por ejemplo por haberme conseguido mi padre el flamante Opel Vectra en el que habíamos venido.
Lo siguiente fué un curioso pub cercano en el que todas las paredes estaban llenas de cuadros a la venta. Sea como sea parecían fotocopias, no lienzos o bases pintadas a mano. Y no eran baratos. Hasta había uno de los personajes de Pulp Fiction disparando a una mujer que posaba elegantemente con un cigarro y una clara inscripción: "no smoking". También lo acompañaban numerosos recordatorios de la ley antitabaco. No parecía suficiente para reducir el número de colillas del suelo.
Estuvimos allí hasta que cerró. Sin más anécdotas que pagar la puñalada de cuatro euros y medio por una ridícula Heineken. Y si vais a decir algo sobre la elección de la cerveza que sepáis que no había otra. Seguramente me hubiese compensado pedir agua con gas. Creo que tiene más sabor a cerveza.
Empezamos a caminar hacia otro pub mientras jugábamos con un paquete de spaguettis secos que encontró Javi en el suelo. Dos llegaron a mis manos y toqué con cada uno una oreja de alberto mientras decía con voz exageradamente forzada: "Vouche facer coma ó porco do cortello. Aplicarche uns electrodos"
Al enterarnos de que cobraban entrada decidimos irnos a dormir. Era más productivo. Sabíamos que quedaríamos fuera y que el coche estaba dentro. Pero vimos la valla levantada, asique aproveché y me colé al aparcamiento. Saqué el coche y lo dejé aparcado justo delante de la entrada. Nadie se dió cuenta. Curioso. Todos a dormir. Javi consiguió entrar en la residencia. Alberto y yo ni lo intentamos. Llamaríamos demasiado la atención. Al fin y al cabo Javi era el único que llevaba capucha.
Ni con chaqueta dejábamos de sentir frío esa noche en el coche. Encendí el motor con la esperanza de que calentase, pero el ventilador seguía sin funcionar. Lo que ví muy extraño era que después de un rato la temperatura del refrigerante siguiese al mínimo mientras el aire que entraba por los conductos estaba ardiendo. Mucho más caliente que el de cualquier calefacción de coche habitual. Y aún así no era suficiente para acabar con el frío. Apagué todo por miedo a no sabía qué. Sólo supuse cierta una cosa. El coche había perdido agua otra vez.
Pasamos más tiempo hablando que intentando dormir y al llegar al horario de visitas no dudamos en ir a la habitación donde nos esperaba un colchón inchable medio desinchado sobre el que me desplomé recibiendo un buen golpe del suelo. No me importó. Eso ya no era doloroso. Dormimos. Lo necesitábamos. Yo al menos lo necesitaba. Desesperadamente.
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